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sábado, 22 de julio de 2017




 
DyC 121:45 y 46
Hermano:

45 Deja también que tus entrañas se llenen de caridad para con todos los hombres, y para con los de la familia de la fe, y deja que la virtud engalane tus pensamientos incesantemente; entonces tu confianza se fortalecerá en la presencia de Dios; y la doctrina del sacerdocio destilará sobre tu alma como rocío del cielo.

46 El Espíritu Santo será tu compañero constante, y tu cetro, un cetro inmutable de justicia y de verdad; y tu dominio será un dominio eterno, y sin ser compelido fluirá hacia ti para siempre jamás.

 


Publicado el 26 marzo del 2015 por Biblioteca SUD


Conferencia General Abril 1982

La doctrina del sacerdocio

por el élder Bruce R. McConkie
del Consejo de los Doce
A todos vosotros, poseedores del Sacerdocio Aarónico y de Melquisedec, les presento este desafío: Venid y aprended la doctrina del sacerdocio, venid y vivid como corresponde a un siervo del Señor.
Esta doctrina del sacerdocio -desconocida en el mundo y poco conocida aun en la Iglesia-no se puede aprender estudiando las Escrituras solamente. No ha sido explicada en los discursos ni en las enseñanzas de profetas y apóstoles, sino sólo mencionada. Solamente se puede conocer por revelación personal. Aquellos que aman y sirven a Dios con todo su corazón, alma, mente y fuerza la reciben “línea sobre línea, precepto tras precepto”, a través del poder del Espíritu Santo. (D. y C. 98:12.)

Tenemos la promesa revelada de que si nuestras almas están llenas de “caridad para con todos los hombres, y para con los de la familia de la fe”, y si dejamos que “la virtud engalane [nuestros] pensamientos incesantemente; entonces [nuestra] confianza se hará fuerte en la presencia de Dios;

“Y la doctrina del sacerdocio destilara sobre [nuestra] alma como rocío del cielo.” (D. y C. 121:45.)

Conociendo nuestras limitaciones, “razonemos juntos” de todos modos y quizás podamos al menos vislumbrar las maravillas de ese poder mediante el cual los mundos fueron creados. Quizás podamos ver cómo, de qué manera, nosotros los mortales podemos ejercer ese mismo poder para bendecir a nuestro prójimo y salvarnos a nosotros mismos.

¿Qué es, entonces, la doctrina del sacerdocio? ¿Qué doctrina es esta, formulada en las cortes celestiales, que puede “destilar” sobre los fieles “como rocío del cielo”? ‘ (D. y C. 121:45.)

 El sacerdocio es un poder sin igual en la tierra y en el cielo. Es el propio poder de Dios mismo, el poder por el cual los mundos fuero hechos, el poder que todo lo regula sustenta y preserva.

Es el poder de la fe, la fe por el cual el Padre crea y gobierna. Dios es Dios porque en Él se personifican toda la fe, y todo el poder. Todo el sacerdocio. La vida que Él vive se llama vida eterna.


El grado en que podemos llegar a ser como Él depende del grado en que logremos tener Su fe, obtener Su poder y ejercer Su sacerdocio. Y cuando seamos como Él es, en el verdadero sentido de la expresión también tendremos vida eterna.
La fe y el sacerdocio van de la mano. La fe es poder y el poder es sacerdocio. Después de lograr la fe recibimos el sacerdocio. Luego, por medio de este, aumentamos nuestra fe hasta que, teniendo ya todo poder, seremos como nuestro Señor Jesucristo.

Nuestra vida mortal está destinada a ser un periodo de prueba, de posición. Mientras estamos aquí tenemos el privilegio de perfeccionar nuestra fe y aumentar en el poder del sacerdocio

Recibimos el sacerdocio primeramente en la preexistencia y luego como mortales. Adán poseía las llaves y ejerció el sacerdocio cuando participo en la creación de la tierra. Después de su bautismo lo recibió otra vez, y ahora es el Sumo Sacerdote que preside sobre toda la tierra.

Todos los que tenemos llamamientos para ministrar en el Santo Sacerdocio fuimos preordinados para ser ministros de Cristo y venir a la tierra en el tiempo señalado, y trabajar bajo su mandato.

El Santo Sacerdocio hizo más para perfeccionar a los hombres en los días de Enoc que en cualquier otra época. Conocido entonces como el Orden de Enoc (D. y C. 76:57), fue el poder por el cual él y su pueblo fueron traspuestos. (Hebreos 11:5.) Y lo fueron porque habían tenido fe y habían ejercido el poder del sacerdocio.

El Señor hizo un convenio eterno con Enoc de que todos los que recibieran el sacerdocio tendrían poder, por medio de la fe, de gobernar y controlar todo en la tierra, desafiar los ejércitos de las naciones y pararse ante el Señor investidos de gloria y exaltación.

Melquisedec tenía una fe similar, “y su pueblo obró en justicia, y obtuvo el cielo, y busco la ciudad de Enoc”. (Génesis 14:34) Desde esa época el sacerdocio se ha llamado con su nombre. SACERDOCIO DE MELQUISEDEC.

¿Cuantos Sacerdocios existen?

 En la Iglesia hay dos sacerdocios, el Aarónico o Levítico y el de Melquisedec. El Aarónico es un sacerdocio preparatorio, de enseñanza: un sacerdocio menor, un sistema divino que prepara al hombre para recibir el de Melquisedec.

El Sacerdocio de Melquisedec pertenece al orden más alto y sagrado que jamás se haya dado al hombre en la tierra. Es el poder y autoridad de hacer todo lo necesario para salvar y exaltar a los hijos de los hombres. Es el mismo sacerdocio que posee el propio Señor Jesucristo y por virtud del cual Él pudo obtener la vida eterna en el reino de su Padre. Ambos sacerdocios se reciben por convenio (D. y C. 84:33-41). Ambos sobrepasan todo poder terrenal; ambos preparan al hombre para la salvación.

Ahora veamos y escuchemos cuales son las promesas del Señor en D. y C. 84. 33 al 44.


  Descubramos las promesas del Señor a quienes entran en el juramento y convenio del sacerdocio (en D. y C. 84:33–44):

El Señor (1) nos santificará por el Espíritu ; (2) renovará nuestros cuerpos; (3) nos contará entre la descendencia de Abraham; en otras palabras, nos dará las bendiciones prometidas a Abraham y a su posteridad; (4) nos hará Sus elegidos o escogidos; (5) nos dará todo lo que el Padre tiene; y (6) nos encomendará a Sus ángeles 


Aquellos que reciben el Sacerdocio Aarónico pactan y prometen honrar sus llamamientos, servir en el ministerio del Maestro, renunciar al mundo y vivir como corresponde a los miembros dignos.

El Señor, a su vez, pacta y promete bendecir a todos los que obedezcan el pacto Aarónico. Además, promete darles el Sacerdocio de Melquisedec, por medio del cual se obtiene la vida eterna.

Aquellos que reciben el Sacerdocio de Melquisedec pactan y prometen, ante Dios y los ángeles, honrar sus llamamientos, vivir “de toda palabra que sale de la boca de Dios” (D. y C. 84:44), casarse por esta vida y la eternidad en el orden patriarcal y vivir y servir como lo hizo el Señor Jesucristo en su vida y su ministerio.

A su vez, el Señor pacta y promete darles todo lo que el Padre tiene, o sea, la vida eterna, que es la exaltación y la condición de dioses en aquel reino eterno, único lugar donde la unidad familiar continúa para siempre.

El Señor los acepta así en su eterno orden patriarcal, un orden que prevalece en la esfera más alta del mundo celestial; un orden que asegura a sus miembros la progenie eterna, o, en otras palabras, la procreación de hijos espirituales en la resurrección. (D. y C. 131:1-4.)

Estas son las promesas más gloriosas dadas al hombre. No hay ni puede haber nada que sea tan asombroso y grande.

Por eso el Señor usa el lenguaje más poderoso y fuerte que conoce la lengua humana, para mostrar su importancia e inmutabilidad. Esto es, Dios jura con un juramento hecho en su propio nombre, porque no puede jurar por un nombre más grandioso, que todo el que obedezca el convenio hecho en relación con el Sacerdocio de Melquisedec heredará, recibirá y poseerá todas las cosas que hay en Su reino eterno, y será coheredero con el Señor, su Unigénito.

Dios hizo juramento de que Cristo seria exaltado, y vuelve a jurar cada vez que uno de nosotros recibe el Sacerdocio de Melquisedec que tendremos una exaltación similar si somos verídicos y fieles en todas las cosas.

David dijo: “Juró Jehová, y no se arrepentirá: Tu eres sacerdote para siempre Según el orden de Melquisedec.” (Salmos 110:4.)

Y Pablo, después de citar estas palabras, este juramento eterno de Dios mismo, dijo que Cristo “fue declarado por Dios sumo sacerdote según el orden de Melquisedec?’. (Hebreos 5:5-6, 10.)

Pablo dijo de Melquisedec, a quien Abraham pagaba diezmos:

“Porque este Melquisedec fue ordenado sacerdote según el orden del Hijo de Dios, el cual orden era sin padre, sin madre, sin descendencia, no teniendo principio de días ni fin de vida.” (Versión Inspirada, Hebreos 7:3. Traducción libre.)

Antiguamente, el Sacerdocio Aarónico estaba limitado a los levitas. Se recibía por causa de padre y madre, es decir que era conferido solamente a los descendientes varones de Leví que fueran dignos. Pero el Sacerdocio de Melquisedec había de ser conferido a cualquier hombre, de cualquier linaje, que fuera digno de recibirlo.


Luego Pablo continúa:

“Y todos los que son ordenados a este sacerdocio [mayor] son hechos semejantes al Hijo de Dios, permaneciendo sacerdotes para siempre.” (Hebreos 7:3)

Cristo es el modelo; Él es el Hijo, el Heredero del Padre. Pero nosotros, como coherederos, heredamos igual.  Por qué también permanecemos sacerdotes para siempre. Así hacemos el convenio con Dios; y Él nos hace un juramento a todos nosotros a fin de mostrarnos la importancia y el valor eterno de este convenio.

Esto de pactar con juramento en los días antiguos tenía un significado mucho mayor de lo que muchos de nosotros comprendemos.

Por ejemplo: Nefi y sus hermanos estaban tratando de obtener las planchas de bronce de Labán. Estaban en peligro de muerte; sin embargo, Nefi juró así:

“Vive el Señor, que como nosotros vivimos no volveremos a nuestro padre hasta que hayamos cumplido lo que el Señor nos ha mandado.” (1 Nefi 3:15. Cursiva agregada.)

De esta forma Nefi hizo que Dios fuera su socio. Si fracasaba en su empresa, Dios habría fracasado; y como El no fracasa, era forzoso para Nefi el conseguir las planchas o dar su vida en el intento.

Uno de los juramentos más solemnes que ha recibido el hombre se encuentra en estas palabras del Señor concerniente a José Smith y el Libro de Mormón:

“Y [José Smith] ha traducido el libro, sí, la parte que le he mandado”; dijo el Señor, “y vive vuestro Señor y vuestro Dios, que es verdadero.” (D. y C. 17:6. Cursiva agregada.)

Este es el testimonio de Dios sobre el Libro de Mormón. En él, Dios mismo pone por testigo su divinidad: O el libro es verdadero o Dios cesa de ser Dios. No hay ni podría haber ningún lenguaje con palabras más fuertes y solemnes conocido entre los hombres o entre los dioses.

Así es con el Sacerdocio de Melquisedec. Vive el Señor que este es su Santo Orden, y todos aquellos de toda nación, y tribu, y lengua, y pueblo, y raza, y color, que sean fieles a este convenio, permanecerán sacerdotes para siempre, gobernando y reinando eternamente con Aquel a quien reconocemos como el gran Sumo Sacerdote de nuestra fe, el Señor Jesucristo.

¿Cuál es, entonces, la doctrina del sacerdocio? Y ¿cómo debemos vivir siendo siervos del Señor?


Esta doctrina es que Dios nuestro Padre es un Ser glorificado, perfeccionado y exaltado; que tiene toda potestad, todo poder y todo dominio; que sabe todas las cosas y es infinito en todos sus atributos; y que vive en una unidad familiar.

Esta doctrina es que nuestro Padre Eterno tiene este alto grado de gloria, perfección y poder porque su fe es perfecta y su sacerdocio ilimitado.

Esta doctrina es que sacerdocio es el nombre del poder de Dios, y que si vamos a llegar a ser como Él es, debemos recibir y ejercer su sacerdocio o poder en la misma forma en que Él lo hace.


Esta doctrina es que Él nos ha investido con poder celestial sobre la tierra, el cual es según el orden de su Hijo, y, por ser el poder de Dios, necesariamente no tiene principio de días ni fin de años.

Esta doctrina dice que podemos entrar en un orden del sacerdocio llamado el nuevo y sempiterno convenio del matrimonio y también el orden patriarcal, según el cual podremos crear nuestras propias unidades familiares eternas organizadas de acuerdo con el modelo de la familia de Dios, nuestro Padre Celestial.

Esta doctrina establece que tenemos el poder por medio de la fe, de obtener y controlar todo, tanto en lo temporal como en lo espiritual; de hacer milagros y perfeccionar nuestra vida; de llegar a la presencia de Dios y ser como El Por qué habremos obtenido su fe, su perfección, y su poder, o, en otras palabras, la plenitud de su sacerdocio.

Esta es, pues, la doctrina del sacerdocio, y no existe ni puede existir nada que sea más grande. Este es el poder que podemos obtener mediante la fe y la rectitud.

Ciertamente, hay poder en el sacerdocio, ¡el poder para hacer todas las cosas!

Si el mundo mismo fue creado por el poder del sacerdocio, ciertamente ese poder puede mover montadas y controlar los elementos.

Si una tercera parte de las huestes celestiales fueron echadas a la tierra por el poder del sacerdocio ciertamente ese poder puede desafiar a los ejércitos de las naciones e impedir la caída de las bombas atómicas.

Si todo ser humano será levantado de mortalidad a inmortalidad por el poder del sacerdocio, ciertamente ese mismo poder puede curar a los enfermos y moribundos, y levantar a los muertos.

Verdaderamente, hay poder en el sacerdocio, un poder que procuramos obtener y ejercer, un poder por el que devotamente oramos que pueda estar eternamente con nosotros y nuestra posteridad. Digo todo esto en el nombre del Señor Jesucristo. Amén.

VIDEO



 

El poder del sacerdocio - THOMAS S. MONSON
Video traducido / Subtitulado del video "Power of God" por el Presidente Thomas S Monson http://www.yo...